
“Todavía hay mentalidades que piensan en el animismo o la cuestión mágica que tienen los títeres. En el pasado los chamanes los utilizaban con fines de sometimient. A veces uno se encuentra con chicos que perciben eso y les da miedo, pero no es lo usual”, cuenta a TN Roxana Álvarez D’abórmida, titiritera de profesión. En su casa en Devoto, los muñecos cobran vida constantemente.
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“Siempre me gustó hacerles los trajes y pintarlos, tanto es así que me acuerdo que mi mamá tenía una blusa bordada italiana y yo se la corté toda para hacer un traje de títere, eso habrá sido a los nueve años”, cuenta Roxana sobre sus inicios en la profesión.
Cómo me convertí en titiritera
Roxana y su hermano ayudaron a su padre en el teatro de títeres desde pequeños. Rodaban por los pueblos en carromatos, su padre salía a hacer la publicidad por sus propios medios e instalaba una carpa con capacidad para 200 personas, donde daba la función. También hicieron funciones en el parque de diversiones Interama.
Cuando Roxana tenía 15, a su papá se le superpusieron dos funciones. “Me dijo: ‘Esta función la vas a hacer vos, vas a poder’”, y esa fue su primera función solista.
“En esa época fue cuando empezamos a trabajar con las marionetas en Sábados de la bondad y en Finalísima, en el año 1986, 1987 y 1988. Fueron tres años de televisión”, cuenta Roxana.

En 1990, su padre murió y Roxana se replanteó continuar con los títeres, porque ella, en realidad, había estudiado música. En ese momento, se dedicó a estudiar Bellas Artes, pero un día volvió a hacer una función de títeres en un jardín de infantes y se dio cuenta de que lo suyo era ser titiritera.
“Después de esa función me di cuenta de que era lo que más feliz me hacía. Es una sensación muy especial después de una función de títeres, es una alegría indescriptible. Se produce algo que tiene que ver con el juego, y esta cosa de intercambio con los chicos, que es tan mágica y tan linda”.

Un oficio heredado del chico que “jugaba con muñecas”
El padre de Roxana empezó con los títeres cuando fue a ver una función a los seis años en el antiguo Parque Japonés, en el año 1935. Cuando llegó a la casa quedó tan fascinado que empezó a armar sus propios títeres. Al empezar la escuela primaria, como no estudiaba, sus padres le quemaron el teatro de títeres. Después, arrepentidos, lo ayudaron a armar uno aún mejor.
A los 13 empezó a dar funciones en el Patronato de la Infancia, pero a los 14 los padres le volvieron a quemar su teatro. Es que en aquel tiempo, pensaban: “Este chico sigue jugando con muñecas”. Corrían los años ‘40 y la idea de lo “masculino” era otra cosa.

Más adelante, su padre también se dedicó al teatro, con Leónidas Barletta, mítico director del Teatro del Pueblo. En la década de 1950 se largó con un carromato, con un Ford T, al interior.
Durante una de sus giras, entre 1956 y 1958, el Ministerio de Educación de la provincia de Tucumán le encargó organizar y dirigir la primera escuela de títeres la de Argentina, que hoy sigue en funcionamiento.

Derecha: Héctor Álvarez D’abórmida manejando las marionetas, durante la filmación de la película «Había una vez un circo», con Gaby, Fofó, Miliki y Mercedes Carreras, con Andrea del Boca.
“Es mucha energía concentrada en una hora, en general somos solistas, subiendo y bajando las cosas, impostando la voz, cambiando la música. Entrás en un estado en el que anulás el yo. Te entregás hasta en las emociones de los personajes, en cada mano, en una está el malo, en la otra, hay otro que está triste”, responde Roxana.
Para ser titiritero hay distintos lugares donde se puede estudiar, aunque Roxana reconoce que es una profesión “en vías de extinción”, porque cada vez la matrícula es menor.
Ella cursó la diplomatura en títeres y objetos en la Universidad Nacional de San Martín y se ganó una beca para un seminario que vino a dar Philippe Genty -que es como el Marcel Marceau de las marionetas- en la Argentina, entre otros seminarios de los que también participó.
“Lo importante es que tanto los títeres, como los materiales y los objetos, tienen que estar en función de lo que querés decir, sino sería una mera exposición de títeres o de cosas. Yo si quiero te puedo decir algo con dos títeres, con dos marcadores, o con envases de plástico, puedo armar algo antropomórfico y contarte una historia”, explica Roxana.

Cada sábado Roxana brinda un taller a partir de las 16:00 donde cuenta la historia de los títeres y cada participante hace el suyo. Busca que este oficio siga vivo y corriendo entre las generaciones. Luego hay una función y quedan todos invitados.