Le afirmaron: Señor, ven y mira. 35 Y Jesús lloró. 36 Entonces afirmaron los judíos: Mirad de qué manera le amaba. 37 Pero ciertos de ellos afirmaban: Este, que abrió los ojos al ciego, ¿no podía evitar que Lázaro muriera?
Evangelio: Jn 1,35-42 Juan el Bautista se encontraba allí con 2 de sus acólitos, y fijando los ojos en Jesús, que pasaba, ha dicho: «¡Este es el Cordero de Dios!» Los 2 acólitos, al oír estas expresiones, prosiguieron a Jesús. Se volvió hacia ellos y, al notar que lo proseguían, les preguntó: «¿Qué buscáis?» Ellos le respondieron: «¿Dónde vives, rabino?» Rabino significa «profesor». Él les ha dicho: «Vengan y vean». Fueron, ya que, y vieron dónde vivía, y se han quedado con él aquel día. Eran como las 4 de la tarde. Andrés, el hermano de Simón Pedro, fue entre los 2 que escuchó lo que afirmaba Juan el Bautista y prosiguió a Jesús. El primero que conoció Andrés fue su hermano Simão, y le ha dicho: «Podemos encontrar al Mesías», que traducido significa «Cristo». Conque lo llevó a donde se encontraba Jesús. Jesús lo miró y le ha dicho: «Tú eres Simón, hijo de Juan. Te llamarán Kefas», que traducido significa Pedro, o sea, «roca».
Fruto: Solicita a Dios la felicidad de presenciar Cristo este año, la experiencia de su amor, su perdón y su convidación a trabajar en la Iglesia
Introducción
Los hechos contados cerca de Juan 14 tienen rincón en el final de la última semana del tierra del ministerio del Señor Jesús, en el momento en que está con sus acólitos por última vez antes de su pasión, muerte y resurrección. A inicios de esta semana, el Señor vino a Jerusalén con sus acólitos para festejar la celebración de la Pascua. Llegó montado en un burro y esta vez fue aplaudido por la multitud, que atestiguó que era el rey de Israel, descendiente de David Está contado en los versículos 12 al 16 del capítulo 12.
Una noche de jueves sin precedentes en la narración de la raza humana, el Señor les charla, cierto tiempo antes gozar instantes de profunda angustia y mal. En las próximas horas sería traicionado, descuidado por sus acólitos y negado por uno de sus mejores amigos; Lo juzgó ilegal y también inmerecidamente condenó los esputos y azotes, el desprecio y la desaparición. Conociendo la fortuna que le aguardaba, el Señor Jesús se apenó intensamente, como lo revelan los versículos 27 del capítulo 12 y el capítulo 13 21. No obstante, mostró un profundo amor y un cariño sincero por esos a quienes el Padre lo había dado, como lo probó en el principio de la narración de este acercamiento, que se da en el versículo 1 del capítulo 13, que afirma: «a sabiendas de que era tiempo de que Jesús amara a los suyos que estaban en el planeta, amó hasta el radical».
Sermón: Hostia del Señor
Sermón 103,1-2. 6: PL 38, 613. 615 (Liturgia de las Horas, 29 de julio)
Bienaventurados los que saben acoger al Señor en su casa